Una energía laboral sana, limpia y productiva. La buena energía para las organizaciones

Los ambientes laborales sanos y productivos tiene la particularidad de contar con un propósito compartido, significativo y validado; una claridad y simplicidad en la definición de objetivos; el desarrollo de metodologías ágiles y funcionales que facilitan que las cosas pasen y un ambiente relacional basado en la confianza y respeto mutuo en donde la diversidad de opiniones es alentada en tanto se asume que enriquece la inteligencia colectiva especialmente relevante para el actual contexto volátil e incierto.

En cambio, en los ambientes laborales que no son sanos ni productivos, predominan los nudos relaciones; las creencias de carácter absoluto; una sobrecarga laboral injustificada o bien una desprolijidad generalizada; objetivos redundantes o confusos; una transparencia organizacional bloqueada; precarias metodologías de trabajo; la sobre consideración de los prejuicios como principales orientadores en los procesos de toma de decisiones; una comunicación disfuncional; espacios conversacionales prácticamente inexistentes y de baja calidad; una confianza tambaleante; una actitud antojadiza para permanecer en zonas de confort; un propósito organizacional empobrecido y desganado, entre otros síntomas. La gestión de los lideres en estos ambientes suelen ser disfuncionales a la estrategia organizacional (muchas veces, aunque definida, no desplegada) e incluso pueden consolidar dinámicas de poder que bien podrían ser catalogadas como de abuso.

Detectar a tiempo estas dinámicas que podrían llegar a ser abusivas, resulta decisivo para prevenir y anticipar los graves efectos que se generan en las personas y también en las culturas organizacionales. Es responsabilidad de las organizaciones asegurar ambientes sanos y productivos para las personas, equipos, clientes y comunidades.

¿Cómo está tu ambiente laboral?, ¿podrías definirla como una buena energía, sana, limpia y productiva?