Quintero – Puchuncavi: Lecciones y desafíos de una catástrofe desde la mirada de la Economía del B

Sin lugar a dudas, hemos presenciado una catástrofe ambiental, de gravísima lesión y perjuicio a los habitantes, (en especial, a los niños), las comunidades y el ecosistema, de dos Comunas de la Región de Valparaíso. Espacio territorial que se ha denominado como “zona de sacrificio”. Ya el nombre es terrible. Ninguna persona debería vivir en una zona de sacrificio, ni ninguna zona, localidad o comuna debería ser destinada al “sacrificio”. Eso es una brutalidad, una irracionalidad, absolutamente evitable, si es que el Estado y las Empresas, las organizaciones y demás actores que viven e interactúan en el lugar son conscientes de sus Derechos y de sus Deberes, si es que todos se hacen parte y se comprometen con la vida de la “Polis” y el Bien Común. Esta categoría de “sacrificio”, daña gravemente la dignidad de las personas. En nuestra Constitución Política, se consagra, en el Capítulo III, Artículo 19, punto 8° “El derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación” y en el punto 9° “El derecho a la protección de la Salud”. No podemos escabullir esa responsabilidad y como Sociedad, debemos hacernos cargo de manera activa y efectiva.
En este artículo no se pretende culpar a determinadas empresas privadas o públicas o a los organismos competentes encargados del control y monitoreo, tema en que la Justicia deberá resolver y esperamos de manera pronta, efectiva y ejemplificadora, para poder reparar o compensar en algo, el tremendo daño ocasionado a los habitantes y el medio ambiente. Más bien, desearía poner el foco en temas como la Claridad, la Coherencia, la Consistencia y el Cumplimiento que deben existir cuando se avanza con proyectos empresariales, nuevas inversiones, el consiguiente marco regulatorio y la participación y comunicación activa de la ciudadanía.
Desde la mirada de la Economía del Bien Común y el Balance para medir la contribución real a este bien común, que toda empresa debería hacer, hay dos temas muy relevantes, aplicables a esta particular situación: 1) la medida de la “Contribución a la comunidad local” y 2) la “Reducción de los efectos ecológicos”[1]
En el punto 1 relativo a la “Contribución a la Comunidad”, se trata de garantizar un compromiso activo con la comunidad, es decir: “Cada organización o empresa debe asumir su responsabilidad social y hacer una contribución adecuada, dentro de su esfera de influencia, para aumentar el potencial de su comunidad en general, así como las oportunidades y potencialidades de desarrollo de los individuos que la conforman”. La idea es “poner en marcha acciones/medidas que logren unos efectos positivos lo más perceptibles posible. Realizar muchas acciones y no medir sus resultados no tiene ningún sentido”.
Este es el punto de Claridad necesario a considerar desde la empresa, considerando y escuchando con atención e interés y además, de forma permanente, en el tiempo y desde la etapa de anteproyecto, a las comunidades que son o serán potencialmente impactadas por su actuar y verificar como se insertan, participan y si existen efectos negativos por la misma ejecución de actividades, como estos se mitigarán, si se compensan adecuadamente y desde la participación activa de los actores que son afectados o impactados por aquello que se desea ejecutar.
Como objetivos más precisos:
En cuanto a Acciones/Medidas: lograr “contribuir a un desarrollo sostenible y al bien común de la comunidad y el entorno en el que opera la organización mediante las actividades que le son propias y otras adicionales”;
Sobre los Efectos: es decir, cómo obtener y medir un impacto social positivo y sostenido en la comunidad, preguntarse por ejemplo, si: ¿Nuestras acciones producen cambios sostenibles o alivian los síntomas de nuestro actuar principalmente? Y cual es, por consiguiente, la opinión de la comunidad al respecto.
Y sobre la Intensidad: como “llevar a cabo su actividad de manera que aporte valor a la propia organización, a todas las partes interesadas y a la sociedad en general en términos de empleo y bienestar económico, ambiental y social”. Con preguntas tales como ¿Manifestamos un compromiso con la comunidad de manera sostenida, sostenible y coherente con nuestra capacidad, estrategia y actividad económica?.
He aquí, el punto, entonces de debida Coherencia, en el decir y actuar.
En el punto 2 relativo a la “Reducción de Efectos Ecológicos” se trata de “garantizar un compromiso activo con la reducción de los impactos ambientales directos e indirectos, demostrable con la reducción significativa y constante de dichos impactos, si es que los hay”. He aquí el criterio de Consistencia, expresado en insertarse adecuadamente en los ciclos naturales, mediante el uso de tecnologías respetuosas con el medio ambiente, de manera medible y cuantificable, haciendo un uso eficiente de los recursos, reduciendo el consumo de recursos para que se orienten a disminuir la demanda de bienes (concepto de suficiencia) y la resiliencia: como la “capacidad de amortiguar los sistemas (naturales y técnicos o económicos) en la medida en que estos pueden permanecer estables en condiciones adversas”.
Como objetivos más precisos:
Medir el Impacto absoluto y el impacto relativo: buscando la optimización en el uso de recursos, es decir, ¿Qué hace la empresa u organización para reducir los impactos medioambientales asociados al uso de recursos?, publicación de los datos ambientales asociados al uso de recursos y desagregados para su correcto tratamiento, con medios adecuados para realizar las mediciones de los recursos utilizados, etc. Es decir transparencia radical y permanente con comunicación fluida a la comunidad organizada.
Reducción de emisiones, efluentes y residuos: se trata de disponer de los medios correctos para realizar las mediciones de las emisiones que se producen, de manera fidedigna y pública, definiendo los parámetros necesarios, como se reducen los impactos medioambientales asociados a emisiones y finalmente sobre los elementos vertidos al medio acuático y los residuos, peligrosos o no, que produce la empresa.
Minimización de impactos globales. Cambio climático; buscando los medios adecuados para realizar las mediciones de las emisiones de gases de efecto invernadero que produce, y evaluar que hace la empresa para reducir los impactos medioambientales asociados al cambio climático, tanto desde el punto de vista de mitigación, compensación, así como el de adaptación y el deber de hacerlos públicos.
Minimización de impactos locales a la biodiversidad, impacto paisajístico, ruidos y olores: al igual que los casos anteriores, como se mide, ¿Qué hace la organización para promover iniciativas y acciones que supongan un impacto positivo en los ecosistemas y la biodiversidad? Como un ejemplo, la organización o empresa, debería disponer de un buzón “donde los agentes locales, la comunidad, pueda denunciar impactos que identifiquen realizados por la empresa” y de igual modo si no son escuchados. Estas denuncias (bien fundadas) deberían ser públicas y ser respondidas adecuadamente.
Gestión y estrategia: se trata aquí del “aseguramiento de que la organización posee mecanismos de gestión y estrategia medioambiental correctos” ¿Qué estrategia de gestión tiene para reducción de su impacto ambiental? Etc.
Finalmente, y no menos importante, el concepto de Cumplimiento, basado en el compromiso de actuar en favor del bien común de la sociedad, de las personas, las comunidades y el ecosistema.
Si no avanzamos, decididamente, en comprender que lo más importante para una empresa no es la maximización de sus retornos financieros, sino la solidez de su ética y su real aporte a la sociedad y con el menor daño posible en todo sentido, no lograremos un desarrollo verdaderamente sostenible, que permita un mayor bienestar y felicidad a la población. Esto nos deja como lección y desafío esta situación dolorosa, que esperamos no vuelva nunca a ocurrir y por ello estos conceptos que proponemos serían de gran utilidad.
Gerardo Wijnant San Martín
Director de Proyectos Proqualitas Sostenibilidad
[1] Temas E2 y E3 y sus respectivos aspectos del Balance del Bien Común: de “La Economía del Bien Común” de Christian Felber.