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Probablemente, hemos estado equivocados



En un contexto de transformación, algunas organizaciones, interpeladas en su sentido y aporte al bien común, van configurando nuevas maneras de ser y hacer. Casi sin percibirlo, al menos no tan explícitamente como se quisiera, esas organizaciones y sus líderes, empiezan a tomar conciencia de la posibilidad de un nuevo paradigma como alternativa al management que aún impera y que se caracteriza por nociones simplistas de causa y efecto; por aplicar criterios restrictivos para el éxito y concebirlo sólo como resultado de logros financieros; por promover un mercado de escenarios de competencias desgarradoras; por gestionar a las personas como recursos y por construir relaciones con los stakeholderes en una lógica transaccional y mezquina.


Como todo proceso de cambio, las emociones y creencias tienden a la inercia perpetuando zonas de confort que no hacen , sino, poner en peligro aquello que se piensa equivocadamente que se está resguardando y protegiendo. En efecto, es la misma sobrevivencia de las organizaciones la que está puesta en cuestión en un contexto que no admite más ambigüedades y que requiere respuestas a la diversidad cultural, la transformación digital, la desigualdad de oportunidades, la exclusión de grupos vulnerables, la complementariedad de genero y generacional, además del evidente deterioro del planeta el cual hemos desatendido de manera brutal , cómplice y con nulo ,o muy poco, sentido de urgencia., entre otros.


¿No habrá llegado el momento de que, después de años y años de estudios y prácticas basado en un management que se sostiene sólo en resultados financieros, nos cuestionemos si acaso perseverar en él es el camino correcto? ¿No será que aquello que hemos concebido como verdadero puede estar en un punto de inflexión, es decir, aquel estado de conciencia que se abre a la posibilidad de que, eventualmente, podríamos estar equivocados en lo que concebimos como dado e incuestionable? ¿Es acaso la hora de una nuevo lenguaje y gramática organizacional? ¿Por qué no traspasar fronteras para renovarnos y avanzar hacia una nueva cultura promotora de organizaciones más sanas, productivas, felices y legitimadas por el bien común?


Probablemente, hemos estado equivocados. Reconocerlo podría representar un buen comienzo para abrir nuevas e infinitas oportunidades.




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