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Aprendiendo a dialogar en tiempos de cambios


En tiempos de cambios y como una manera de acelerar la co construcción de una nueva genética empresarial, se hace necesario contar con herramientas que faciliten el tránsito hacia nuevas realidades y escenarios. Una de esas herramientas para avanzar colectivamente, son los diálogos.

  • ¿Qué son los Diálogos?: Los diálogos, también llamados conversatorios, representan una modalidad de facilitación que consiste en encuentros de personas que, de manera voluntaria y libre, deciden tratar un tema de interés colectivo que resulta significativo para el bien común. El encuentro puede tener distintas finalidades y propósitos. En efecto, puede ir sólo desde una instancia de contención y acogida hacia un espacio conversacional productivo donde se promueven iniciativas y acciones que, en general, son caracterizadas por ser inusuales, que van más allá y que permiten salir de posiciones de confort (también llamadas zonas de “inmovilidad” o de “hacer más de lo mismo”). En niveles más complejos, los diálogos son de utilidad en la resolución de conflictos para encontrar soluciones legitimadas y validadas. En todos los casos, se debe ser claros en determinar su naturaleza y carácter antes de convocar e iniciar un diálogo o conversatorio.


  • ¿Cuál es la metodología? La metodología que se utiliza en los diálogos se denomina de co-construcción, donde la participación y el involucramiento de los asistentes resulta esencial para el logro de los objetivos propuestos. Por lo tanto, la facilitación tiene como finalidad lograr un ambiente conversacional propicio para que el dialogo ocurra en un encuadre que permita el desarrollo de lo que se denomina inteligencia colectiva, que es la que integra armónicamente las dimensiones emocionales y racionales que intervienen en todas las relaciones humanas. La inteligencia colectiva es el resultado de una conciencia de interdependencia que se co construye en la medida en que se avanza en el proceso de facilitación.


  • ¿Cómo son los conversatorios? En los conversatorios se asumen algunos de los siguientes supuestos (lo que técnicamente se denomina setting o encuadre):

  • Base de confianza. Para iniciar un diálogo, se declara una base de confianza mínima (algunos lo llaman complicidad inicial) entre los asistentes. Esos mínimos de confianza van ganando terreno en la medida que se desarrolla el diálogo logrando instalarse como genuinos y reales. Para lograrlo, es necesario comenzar preguntando acerca de las emociones y creencias con que se llega al diálogo y compartirlo en grupo. De esto modo, la facilitación toma “la temperatura” de los asistentes mediante el ejercicio empático consolidado en la escucha activa. Escuchar y acoger son las acciones más relevantes al inicio de cualquier dialogo.

  • La ética. Los diálogos se desarrollan sobre la base de principios éticos especialmente el cuidado y protección de las personas, el respeto de las diferencias, la colaboración, la solidaridad activa y la confidencialidad (si bien en los diálogos se registra lo qué se dice para la elaboración de un documento posterior (si es que así se decida) , no se menciona quién lo dijo que, por lo demás, es innecesario para cualquier propósito que se defina en los conversatorios). En los diálogos se promueve una “ética del cuidado” que considera la vulnerabilidad propia y la de los demás de manera de generar un ambiente de protección y apoyo mutuo. Es la ética del cuidado la que le confiere a los diálogos su centralidad en las personas y la co-responsabilidad del proceso.

  • Aprendizaje colectivo y productivo. Los diálogos representan un espacio de aprendizaje colectivo que transita desde lo general a lo especifico en un proceso “en espiral” progresivo y gradual que culmina con la concreción de nuevas creencias y acciones movilizadoras. El uso de las preguntas constituye la herramienta clave de la facilitación para lograr un adecuado equilibrio entre la asimilación de nuevas creencias proporcionada por la escucha activa, y la adecuación para el diseño de nuevas iniciativas y acciones. En efecto, es la pregunta la que abre posibilidades de actuación. Por otra parte, la priorización se realiza sobre la base de lo significativo para el tema tratado y la consideración de los ámbitos de acción; mientras mayor sea el nivel de influencia directa, mejor es la probabilidad de éxito de la acción seleccionada. De ahí el adjetivo de productivo del aprendizaje colectivo.

  • La estética. La disposición de los materiales y el uso de recursos pedagógicos, son indispensables para los diálogos y conversatorios. El espacio debe ser percibido como acogedor, cómodo y personalizado de manera que los asistentes se sientan en un lugar seguro, protegido y apreciado. Por otra parte, la estética está también determinada en función del nivel de armonía que se logre en las conversaciones y de las conexiones que se den entre los asistentes los cuales articularán un tono y frecuencia conversacional propio y distintivo.

  • El tiempo. El tiempo cumple una función relevante para avanzar en la priorización de las ideas y creencias que se ponen a disposición en el diálogo. De alguna manera, el tiempo tensiona positivamente las conversaciones proporcionando un encuadro claro y explícito el cual debe ser respetado y cautelado por los asistentes. Es indispensable que se cumpla el tiempo en cuanto a lo destinado para cada pregunta cómo, asimismo, que cada participante perciba que puede expresarse de manera equitativa. Es función de la facilitación, evitar la hegemonización del diálogo por parte de algunos en desmedro de otros. En efecto, esto es uno de los principales roles que debe cumplir el equipo facilitador; promover la participación de todos. El tiempo, por otra parte, también es relevante en cuanto a calibrar a que el diálogo se produce en el tiempo presente, es decir, en el aquí y ahora. Muchas veces el pasado genera resistencia y el futuro, ansiedad. El tiempo presente, el ritmo, el manejo del silencio y la experiencia co construida con otros, son esenciales para los diálogos productivos.

  • Ir más allá. Cuando las relaciones humanas se rigidizan como resultado de dinámicas empobrecidas que las llevan hacia respuestas automáticas e irreflexivas de repetir más de lo mismo, caen en lo que se denomina “zona de confort”. Los diálogos constituyen una herramienta colectiva para avanzar desde zonas de confort hacia zonas de transformación a través de la explicitación de un sentido de urgencia proporcionado por el tema convocante. Si el sentido de urgencia no es compartido por los asistentes, es poco probable que los diálogos tengan el efecto esperado. Una condición necesaria para iniciar un dialogo, es la percepción de relevancia del tema a tratar en el conversatorio.

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